Es posible que las recomendaciones actuales en cuento al
ejercicio que debemos hacer para obtener un beneficio cardiovascular
sean insuficientes. Según un informe que se publica en el «Circulation»,
duplicar o cuadruplicar los niveles mínimos recomendados disminuyen el
riesgo de insuficiencia cardíaca en un 20 y un 35%, respectivamente. O,
lo que es lo mismo, «caminar 30 minutos al día como recomiendan las Guías de Actividad Física de EE.UU. puede no ser lo suficientemente bueno», apunta Jarett D. Berry, de la Universidad de Texas Southwestern Medical School en Dallas
(EE.UU.). Es posible, añade, que haya que incrementar la actividad
física para «reducir realmente el riesgo de insuficiencia cardiaca».
La función del corazón es aportar a los tejidos y órganos
del cuerpo un flujo de sangre oxigenada suficiente para sus necesidades
metabólicas tanto en reposo como durante el ejercicio físico. Cuando se
desarrolla insuficiencia cardiaca,
el corazón pierde la capacidad de mantener ese flujo adecuado, aun a
expensas de aumentar las presiones. La insuficiencia cardiaca se
caracteriza por la dificultad para respirar y una capacidad reducida
para hacer ejercicio.
La mayoría de las guías aconsejan hacer 30 minutos diarios
de ejercicio (unos 150 minutos semanales), de leve a moderado, para
reducir el riesgo cardiovascular. Pero, de acuerdo con este trabajo,
estas recomendaciones se asocian con un beneficio más bien ‘modesto’ en cuanto al riesgo de riesgo de insuficiencia cardíaca, y sugieren que la ‘dosis mínima’ debería ser de al menos el doble.
¿Cambio de las guías?
Además, la investigación ha encontrado una asociación
inversa ‘dependiente de la dosis’ entre la actividad física y la
insuficiencia cardíaca: es decir, los niveles mayores de actividad
física se asocian con un menor riesgo de insuficiencia cardíaca. Dicha
relación se mantiene independientemente de la edad, el sexo, la raza,
etc..
Los nuevos datos, que podrían cambiar las actuales
recomendaciones de ejercicio físico, se basan de la revisión de 12
estudios realizados en EE.UU. y Europa, e incluyen a 370.460 personas que realizaban diferentes niveles de actividad física al inicio de los estudios. En total se registraron 20.203 casos de insuficiencia cardiaca durante un seguimiento medio de 15 años.
A tenor de esta nueva información, reconoce Ambarish
Pandey, de la Universidad de Texas Southwestern, es posible que haya que
revisar las directrices en cuanto a la actividad física si realmente se
quiere prevenir el riesgo de insuficiencia cardiaca. «Si nos fijamos en
la población general –apunta Berry-, hemos tenido un gran éxito en la
reducción de la enfermedad coronaria en los últimos 30 años. Sin
embargo, las tasas de insuficiencia cardiaca no han disminuido lo suficiente.
Los nuevos resultados sugieren que los niveles más altos de actividad
física pueden ayudar a reducir el número de casos con la insuficiencia
cardiaca».
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