Sabemos que todos los días nos encontramos todo tipo de historias que
nos hacen aprender algo nuevo, deberíamos saber que no todas las
personas triunfan en la vida a pesar de encontrarse en perfectas
condiciones, como existen muchas personas que se dedican a ponerle
corazón a las cosas y le va mejor que a muchos.
Cuando una madre y un hijo se aman, hay pocas cosas que no estén
dispuestos a hacer el uno por el otro. El relato que hoy te traemos, sin
embargo, va un paso más allá: no sólo nos habla de amor, sino que es
además un ejemplo de superación personal.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Probablemente, nada
de lo que podamos escribir describirá mejor el vínculo entre Chen
Xingyin y su madre que la foto que encabeza este texto, que hemos
encontrado en «Kindness Blog».
Chen es un granjero de 48 años residente en Tongxin, en pleno corazón
de China; y lleva más de cuatro décadas viviendo y trabajando sin ayuda
de sus brazos. Los perdió en un accidente cuando tenía tan sólo 7 años,
pero eso no le ha impedido seguir adelante e incluso asumir
responsabilidades.
Cuando Chen era apenas un adolescente, el fallecimiento de su
progenitor le dejó solo con su madre, cuya salud estaba ya muy
deteriorada tras una vida de durísimo trabajo. El joven se propuso darle
los mejores cuidados posibles hasta el fin de sus días. Para cada cosa
que no podía hacer por no tener brazos buscó una solución utilizando
otras partes de su cuerpo, principalmente boca y pies. Su determinación
fue tan firme que encontró maneras de superar cada uno de los obstáculos
que encontró en su camino.
En la actualidad, la madre de este granjero tiene 91 años y su
capacidad de movimiento está muy mermada, por lo que pasa la mayor parte
del tiempo en una cama. Chen se encarga de cocinar para ella e incluso
le da de comer.
Como puedes ver en la fotografía, lo hace sosteniendo la cuchara con
sus labios. Y eso no es todo: también ha aprendido plantar y recoger
vegetales y a llevar a cabo las tareas del hogar. Juntos viven
humildemente, pero con ejemplar dignidad.
Muchos vecinos de la zona han sugerido a Chen acercarse a una estación de tren cercana y pedir limosna a los pasajeros.
Él siempre se ha negado a recurrir a ese extremo. «No tengo brazos
con los que trabajar, pero puedo utilizar mis pies», explica con
naturalidad. Seguramente sea eso lo que hace de él un auténtico héroe:
no pierde un segundo en lamentarse, ni en dar importancia a lo que hace,
por admirable que pueda resultarnos a los demás. Tan sólo lucha por
aquello que ama.
Si te parece interesante, comparte esta historia hermosa.
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